AL BORDE
Soy alta;
en la guerra
llegué a pesar cuarenta kilos.
He estado al borde de la tuberculosis,
al borde de la cárcel,
al borde de la amistad,
al borde del arte,
al borde del suicidio,
al borde de la misericordia,
al borde de la envidia,
al borde de la fama,
al borde del amor,
al borde de la playa,
y, poco a poco, me fue dando sueño,
y aquí estoy durmiendo al borde,
al borde de despertar.
ORACIÓN
Que estás en la tierra, Padre nuestro,
que te siento en la púa del pino,
en el torso azul del obrero,
en la niña que borda curvada
la espalda, mezclando el hilo en el dedo.
Padre nuestro que estás en la tierra,
en el surco,
en el huerto,
en la mina,
en el puerto,
en el cine,
en el vino,
en la casa del médico.
Padre nuestro que estás en la tierra,
donde tienes tu gloria y tu infierno
y tu limbo; que estás en los cafés
donde los pudientes beben su refresco.
Padre nuestro que estás en la tierra,
en un banco del Prado leyendo.
eres ese Viejo que da migas de pan a los pájaros
que te siento en la púa del pino,
en el torso azul del obrero,
en la niña que borda curvada
la espalda, mezclando el hilo en el dedo.
Padre nuestro que estás en la tierra,
en el surco,
en el huerto,
en la mina,
en el puerto,
en el cine,
en el vino,
en la casa del médico.
Padre nuestro que estás en la tierra,
donde tienes tu gloria y tu infierno
y tu limbo; que estás en los cafés
donde los pudientes beben su refresco.
Padre nuestro que estás en la tierra,
en un banco del Prado leyendo.
eres ese Viejo que da migas de pan a los pájaros
del paseo.
Padre nuestro que estás en la tierra,
en la cigarra, en el beso,
en la espiga, en el pecho
de todos los que son buenos.
Padre que habitas en cualquier sitio,
Dios que penetras en cualquier hueco,
Tú que quitas la angustia, que estás en la tierra,
Padre nuestro que sí que te vemos
los que luego hemos de ver,
donde sea, o ahí en el cielo.
A VECES QUEDO SOLA
El porqué estoy vendada diré luego.
Tenía poca luz dentro del tipo,
—Pensaba en machacar ciertos cerebros—,
vi una rosa de pronto, una rosa,
Tenía poca luz dentro del tipo,
—Pensaba en machacar ciertos cerebros—,
vi una rosa de pronto, una rosa,
y una oruga a su lado,
y un niño abajo jugando al peón.
Había llovido,
el aire estaba limpio y daba gusto,
la vecina de abajo recibía a sus hombres,
un viejo llevaba nietos en las manos.
Otra nube llovía,
una muchacha de servir cantaba.
Entonces vi la luz en todo esto,
Dios estaba en el aire y en la lluvia.
¡No hay derecho, —grité—, a estar triste!
El porqué estoy vendada diré ahora:
con el puñal regalado de una amiga,
un pequeño pinchazo en este muslo
por ver si Dios me entraba por el cuerpo,
Antología y poemas del suburbio;
Todo Asusta
Ediciones Torremozas