14 de diciembre de 2024

CRISTINA PERI ROSSI - FIN DE AÑO EN EL AEROPUERTO






FIN DE AÑO EN EL AEROPUERTO 

Noche del treinta y uno de diciembre 
en el solitario aeropuerto iluminado como un gran árbol de Navidad. 

Se escuchan los tenues pasos 
de pilotos que desembarcan 
rumbo a casa 
cargados de paquetes 
y las rubias azafatas se deslizan por la cinta mecánica 
como por la pasarela de modelos. 

Los últimos viajeros 
se apresuran a salir 
antes de que den las doce 
y un año suceda a otro 
como las hojas de árboles (Homero: cual la generación de 
las hojas 
así la de los bombres) 
Yo, sin embargo, permanezco. 
He encontrado la tierra de nadie 

donde el tiempo transcurre sin angustia 
detenido como un cuadro 
útero materno del cual no salir porque afuera hace frio 
hace soledad 
hace la guerra 
hacen las hipócritas fiestas 
de los que aparentan ser felices.

Cuando todos se hayan ido 
me miraré en la gran vitrina 
del aeropuerto en penumbra 
como una iglesia 
pasajera que no va a ninguna parte. 

Los aviones reposan en la pista, ídolos caídos de una religión 
sin sacerdotisas.

Noche del treinta y uno de diciembre 
en el solitario aeropuerto iluminado como un gran árbol de Navidad. 

Se escuchan los tenues pasos 
de pilotos que desembarcan 
rumbo a casa 
cargados de paquetes 
y las rubias azafatas se deslizan por la cinta mecánica 
como por la pasarela de modelos. 

Los últimos viajeros 
se apresuran a salir 
antes de que den las doce 
y un año suceda a otro 
como las hojas de árboles (Homero: cual la generación de 
las hojas 
así la de los hombres

Yo, sin embargo, permanezco. 
He encontrado la tierra de nadie 
donde el tiempo transcurre sin angustia 
detenido como un cuadro 
útero materno del cual no salir porque afuera hace frio 
hace soledad 
hace la guerra 
hacen las hipócritas fiestas 
de los que aparentan ser felices.

Cuando todos se hayan ido 
me miraré en la gran vitrina 
del aeropuerto en penumbra 
como una iglesia 
pasajera que no va a ninguna parte. 

Los aviones reposan en la pista, ídolos caídos de una religión 
sin sacerdotisas.




Habitación de hotel
 Editorial Random House Mondadori, 2007

22 de noviembre de 2024

TRES POEMAS DE ÁNGELA FIGUERA AYMERICH: SÓLO ANTE EL HOMBRE - ETCÉTERA - HOMBE NACIENTE





SOLO ANTE EL HOMBRE

Sí, yo me inclinaría
ante el definitivo contorno de los lirios.

Sí, yo me extasiaría
con el trino del pájaro.

Sí, yo dilataría
mis ojos sobre el mar y la montaña.

Sí, yo suspendería
el soplo de mi pecho ante un arcángel.

Sí, yo me inclinaría
ante la faz de Dios, tocando el polvo,
si con su mano convocara el trueno.

Pero sólo ante el hombre, hijo del hombre,
reo de origen, ciego, maniatado,
los pies clavados y la espalda herida,
sucio de llanto y de sudor, impuro,
comiéndose, gastándose, pecando
setenta veces siete cada día,
sólo ante el hombre me comprendo y mido
mi altura por su altura y reconozco
su sangre por mis venas y le entrego
mi vaso de esperanza, y le bendigo,
y junto a él me pongo y le acompaño.


***


ETCÉTERA

El padre trabajaba en la mina.
La madre trabajaba por las casas.
El chico andaba por la calle
aprendiendo buena conducta.

Al filo de la noche los tres juntos
alrededor del jarro y de la sopa.
El padre en su legítimo derecho,
tomaba para sí la mejor parte.
La madre daba al chico de lo suyo.
El chico lo sorbía y terminaba
pidiendo chocolate o mandarinas.
El padre le pegaba cuatro gritos
(siempre bebía al fin más de la cuenta)
y luego echaba pestes del gobierno
y luego se acostaba con las botas.
El chico se dormía sobre el codo.
La madre lo acostaba a pescozones
y luego abría el grifo y renegaba,
qué vida, Dios, fregando los cacharros,
y luego echaba pestes del marido
y luego le lavaba la camisa
y luego se acostaba como es justo.

Muy de mañana al día siguiente
el padre bajaba a los pozos,
la madre subía a las casas,
el chico salía a la calle.
Etcétera, etcétera, etcétera.

(No sé por qué empecé a contarlo.
Es una historia fastidiosa
y todos saben cómo acaba.)


***


HOMBRE NACIENTE
Pido la paz y la palabra
(Blas de Otero)

Prepárame una cuna de madera inocente
y pon bandera blanca sobre su cabecera.

Voy a nacer. Y, desde ti, mi madre,
pido la paz y pido la palabra.

Pido una tierra sin metralla, enjuta
de llanto y sangre, limpia de cenizas,
libre de escombros. Saneada tierra
para sembrar a pulso la simiente
que tengo entre mis dedos apretada.

Pido la paz y la palabra. Pido
un aire sosegado, un cielo dulce,
un mar alegre, un mapa sin fronteras, 
una argamasa de sudor caliente
sobre las cicatrices y fisuras.

Pido la paz y pido a mis hermanos
los hijos de mujer por todo el mundo
que escuchen esta voz y se apresuren.
Que se levanten al rayar el día
y vayan al más próximo arroyuelo.
Laven allí sus manos y su boca,
se quiten los gusanos de las uñas,
saquen su corazón que le dé el aire,
expurguen sus cabellos de serpientes
y apaguen la codicia de sus ojos.

Después, que vengan a nacer conmigo.
Haremos entre todos cuenta nueva.
Quiero vivir. Lo exijo por derecho.
Pido la paz y entrego la esperanza.



BELLEZA CRUEL 
EDICIONES TORREMOZAS

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