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12 de septiembre de 2012

Poemas de David González




EL TIGRE

Javi tenía tatuado
un tigre en el antebrazo.
Bueno, n o sé si era
un tigre o un leopardo,
algo así,
y se chutaba en las pintas
de la piel del animal
porque de esa forma
no se le notaban las marcas.
Y así siempre.
Hasta que un día
el tigre se cansó,
y le comió el brazo
de un mordisco.



*



¿POEMAS?

Cualquiera
que lea las cartas
que le mando
a mi madre
pensará
que se las escribo
desde un  hotel
de cinco estrellas.





*




SIN COMENTARIOS

El teléfono de mi casa
suena constantemente.
Mi madre deja
lo que esté haciendo y,
con el corazón en un puño,
corre a descolgarlo,
pensando siempre que quien llama
soy yo.

¿Diga?

Y   una voz al otro lado de la línea,
no siempr e la misma voz,
responde:

¿Con quién hablo?

¿Es usted la madre  del ladrón?

¿No está él? ¿No está  el ladrón?

¿No puede ponerse?




El Demonio te coma las orejas 1997 - 2008
 Glayíu Editorial

16 de enero de 2012

Poemas de David González

Sin que sirva de precedente

Son las seis de la tarde
del mes de agosto.

Estoy echado en la cama,
encima de la cama, desnudo.

En una mano tengo un porro,
en la otra un cigarrillo.

Estoy a gusto.

Acabo de follar con ángeles,
aunque ahora que lo pienso
lo que realmente hicimos fue
querernos.

Por la ventana abierta de par en par
entran los tejados de mi calle,
el martillo neumático de una zanja,
alguien que arranca el coche,
niños.

Tengo sueño, mucho, mucho sueño,
y lo que es mejor todavía:

por esta vez,
y sin que sirva de precedente,
tengo ganas, muchas, muchas ganas

de
soñar.


Amor de madre

2 bicicletas estáticas en visible estado de deterioro.
Una pizarra, blanca, como un terrón de azúcar.
Un televisor, apagado.

Un paciente, intentando hacer un solitario.

y mi madre y yo,
al final del pasillo, en la sala de espera.
y mi madre:
¿qué hiciste tú para merecer esto?
y se echa a llorar:

Si pudiera me cambiaría por ti
la miro.
mi madre.

Todas las madres.
Las únicas que lloran.
Nadie más.



TINTA

Mi otro abuelo
estuvo preso en Oviedo
En la cárcel provincial.
Después de la guerra.

Todas las mañanas
colgaban una lista
en la puerta de entrada de la cárcel.
En esa lista estaban escritos
los nombres y los apellidos
de todas las personas
a las que el día anterior
habían puesto contra el paredón
o      dado muerte
mediante garrote vil.


Imagínate a tu abuela,
me decía mi padre,
sin saber leer ni escribir,
conmigo en brazos,
preguntando a gritos
a las otras mujeres
si tu abuelo
se había convertido
en tinta.






EL AMOR YA NO ES CONTEMPORÁNEO:
poemas y relatos 1997 – 2004

EL AMOR SIGUE SIN SER CONTEMPORAN EO (2ª EDICION
poemas escogidos y relatos 2005 – 2009- Ediciones
baile del sol
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