Foto de Daniel Rovahler |
Ese rumor de redes blancas
apresando la calma cada noche,
la alegría del agua se hace luz
y llega al cuerpo con tu voz
y tus palabras es el amor, gemelo de estas olas.
Reconóceme, soy estas aguas que buscaron su patria
y tu ternura para entender la sed y el deseo.
***
La ofrenda
Te entrego el débil cristal verde de mis ojos,
la arena helada donde florecen ramas muertas
cada invierno.
Mi nombre, todavía.
Te doy lo que me queda tras el viento,
esa sombra vacía que deambula en los tejados
esperando ofrecerte lo que fue:
cuerpo detenido entre la luz
cuerpo hermoso, presente, que no renuncia
a la alegría.
***
Después de un sueño
De muy lejos vengo, como el viento claro
que abandoné en tu voz
pata protegerte de la muerte.
No me despedí de ti,
Por eso ven a mí
y sálvame como tantas otras noches
de mis sueños.
La palabra esperada
Ediciones Hiperión
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