rizándose de plata como espuma del surco.
Diríase que públicas a la par de sudorosas,
absortas en su pompa de corolas atroces.
Tan pronto raso añil como seda violeta
o copiando del cielo el zafiro más puro,
las coles se irisaban como si las bruñesen
el tornasol profundo de una rosa secreta.
La savia dibujaba con un pincel minucioso
en las sedas azules en la filigrana escarlata.
Honda lumbre encendida las coles cristalinas
de rosa madreperla cual lámparas sagradas.
Al punto la madeja delicada de hojas
se henchía sudorosa la savia más viva
y aquellas hortalizas parecían de pronto
Miguel Ángel Velasco |
Largo tiempo el que estuve asomado a la huerta
pues todo se encendía junto a aquella verdura.
Eran la misma cosa su rica nervadura
que las venas azules de mi mano en la cerca.
Y cuando me alejaba de las coles sabiendo,
que mi vida más cierta se quedaba con ellas,
vi sus hojas alzarse como enaguas y las alas
de novicias y ángeles remontándose al cielo.
Antología - "La mirada sin sueño"
Editorial Renacimiento
No hay comentarios:
Publicar un comentario