X
desde lo alto de Montemartre, las largas
escaleras, la calle dedicada
a Salvador Dalí, la nieve suave
cayendo como bendición del cielo
en París, el retrato de un pintor
hambriento te hizo, prieto bajo el brazo,
como un trozo de pan para mis ojos
que ahora devoro cuando no estás.
XXV
Cuando me paro a contemplar mi estado
y observo lo que en tiempos ya pasados
soñé, y lo que, después negó el destino,
y ceo lo ganado y lo perdido,
me hundo en hondo naufragio.
No escribir,
ni leer, ni escuchar, ni preguntar
más de lo necesario; no querer
saber nada en este retiro extraño
y escuchar el lamento de las olas:
Elegía del hombre que se humilla
postrado ante sus íntimas derrotas
y, luego, renacer como un demonio,
dispuesto a dar su alma por la vida,
como un Fausto sediento de belleza,
como un Goethe aturdido, resignado
de Marienbad, la pluma entre las manos,
caído del Olimpo,
llagados ya sus ojos de indagar
la luz del sol que siempre se le niega.
El baile del Escualo
Calima Ediciones
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