Los Pinares rodeaban el rotundo edificio
y hay grandes ventanales con despejadas vistas:
La catedral al fondo, Bellver a la derecha
y esa lengua de mar que escuece las heridas.
Enfermeras solícitas tutean a los viejos
los médicos nos miran al trasluz las entrañas
y algún cura se arrastra como viejo vampiro
de cuarto en cuarto pálido famélico de almas.
Gota a gota se escurre la lágrima de suero
y el viejo se pregunta ¿Dónde se fue la vida?
En la cama de al lado desde unos ojos fijos,
alguien clava en los nuestros su mirada cansina.
Y , sin embargo afuera pasan cosas rebullen
los coches incesantes con sus gente inquietas
y tras de las persianas de los pisos cercanos
tal vez hasta retocen fogosas, las parejas.
Mientras, en los pasillos persiste un olor denso
como una rancia mezcla de sopa y formol.
Cae la noche intensa sobre la blanca mole
del hospital y el hombre ya es solo su dolor.
Apagada la luz, queda en los corredores
el tenue reverbero de las luces piloto
que arrojan en penumbra sobre el suelo encerado.
un siniestro reflejo como de velatorio.
El Hospital se calla tan sólo se oye
sonar el tintineo trémulo de la orina,
chirriar las manivelas de las camas de aquellos
que ensayan todavía la postura propicia.
La madrugada llega herida de gemidos
y no hay nada que calme a la fiera retahíla.
Y mientras, la morfina dormita en las neveras
y el alba es una monja con las manos vacías.
Vuelve hacerse el silencio, tan sólo interrumpido.
por un rumor urgente de batas de enfermeras.
Poco a poco se oyen chirridos de persianas.
Y el sol dora despacio la cama recién hecha.
El Hospital (Miguel Ángel Velasco -La vida desatada 1992-1999)
PRE-TEXTO. Poesía
Miguel Ángel Velasco (Palma de Mallorca) , 1963 – Palma de Mallorca, 1 de octubre de 2010
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