21 de enero de 2012

Macky Chuca - La Reina del Burdel

A felicidade é como gota de orvalho numa pétala de flor
Brilha tranqüila, depois de leve oscila
E cai como uma lágrima de amor
Antonio Carlos Jobim y Vinícius de Moraes, A felicidade






Arena movediza.
Macky Chuca

Entonces la felicidad es débil como una gota de rocío. Titila, oscila.
Luego viene Godzilla y la desprende de un manotazo.
Nos vemos en la carretera, me dijiste, pero no había carretera cerca de allí. Estoy segura de que querías ir al pantano. A algún pantano cercano donde olvidarme mejor. Los tumbos que damos por este camino de espinas nos van dejando la piel marcada, escarifada, y las cicatrices van construyendo un caparazón, una coraza hermosa. Cada quien es cada cual. Cada cual con su coraza. Caparacho, decía Julio. Yo digo que algunos tienen el caparacho más cuco, y otros más descuidado. Un look dejado. Mi caparacho está hecho de asombros tontos, de respuestas demasiado veloces, de afirmaciones repelentes.
Recién alguien me preguntó si mi niña de 8 años se sentiría orgullosa de mí si me viera por la calle. Yo digo que sí. Ella sudaba y se despeinaba en los cumpleaños bailando rocanroles varios (cortesía de las versiones de los Parchís) y ahora sigo haciendo lo mismo, sólo que canto, y hago mis propias versiones. Con respecto al dolor que le provoca mi dolor por su dolor, no tengo una respuesta veloz ni certera, así que hagan el favor de dejarme en paz.
No había carretera. No había camino posible para transitar más que un alargado paseo hasta ninguna parte.
- El pantano en el que quiero que pierdas los pies está por aquí.
Tú tenías una obsesión con las arenas movedizas, y yo no tenía nada de ganas de perder los pies, pero te seguí el juego. Por algún motivo pensaste que ibas a poder sacarme. Que era sólo cuestión de tirar fuerte, hacia arriba, tal vez de dar un poco de juego, removerme como si fuera una cuchara de madera en una cacerola de polenta que se iba enfriando. Pero no se nos ocurrió nunca que en el fondo la polenta tuvieras esas corrientes, esos remolinos. Es verdad que tiraste. ¿Quizás no le pusiste demasiado empeño? Yo esperé, tal vez tu definición de pies incluía un poco más allá del tobillo, un poco más allá del tendón de Aquiles, pero cuando la ola de polenta me comió media pantorrilla y besaba mi rótula, grité.
Lindo juego. Ahora, con el grito empastado dentro de esta cacerola fría, mientras las corrientes de arena me amasan como si fuera un gran gnocco, creo que no tenías ninguna habilidad en esto de tirar para arriba. Creo que no estabas preparado. Los pies hace tiempo que no los siento. La arena me pica en los ojos. Voy tragando esta cosa, que tiene tanto gusto a alcantarilla, a fondo de maceta, y pienso que tal vez sí sabías donde estaba el camino, la supuesta carretera que te sacaría de aquí, y que lo de mis pies era sólo una excusa.



Por supuesto.

Qué puede haber de gracioso en golpearse a uno mismo en la cara y soñar, fantasear con comerse a la persona que corre libremente delante de nosotros. Fantasear con sus movimientos. La sorpresa, la excitación, el pequeño dolor de comprender que seremos comidos por nuestros propios deseos.
Uno tras otro nos vamos convirtiendo en otras personas y tú me dices que no entiendes.
No hay nada que entender, ni nada nuevo bajo el sol, sólo este desencanto al intentar andar sobre un pavimento de piedras rodantes.
Y así vamos, simplemente dando tumbos para no juntar musgo, frotándonos para entrar en calor.


En el asiento de atrás se crean dinámicas interesantes. Fuerzas prodigiosas que alteran la atracción gravitatoria, sobre todo en lo que se refiere a mi microcosmos gástrico que es delicadamente influido por las yemas de tus dedos en mi piel. Sobre todo en la frontera inexacta y difuminada del pelo y la piel de detrás de la oreja.
Es verdad que otras glándulas primitivas segregan los jugos apropiados, pero es entre mi esófago y mi diafragma que se corta el bacalao y se decide el destino de los mortales a puro golpe de mariposas interiores.
Hay una rollercoaster, una cyclone en mi interior. Esta cámara, este compartimento estanco gira, como una lavadora, y se lleva en órbita a mi cabeza.
Y así vamos. Yo aquí y tú aprovechándote de una descerebrada que se despatarra y agradece al universo en el asiento de atrás.




La Reina del Burdel
Macky Chuca
Colección La Noche Polar
Sloper

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