El muchacho que amaba a Miguel Ángel
Decían que tenía el rostro de un Dios
otros veían un demonio con sandalias de esparto
y un zarcillo de vid enredado en los rizos
venas fluían por sus brazos de mármol que cantaban
esculpiendo montañas como niebla cubriendo
una grieta en el corazón y la áurea honda
creaba de una manera que ni soñamos
cuchilla que raspa el dorso del deseo
músculo expuesto de un amor no cosechado
somos el búfalo una raza moribunda
remolcados en carros huesos augustos
vergüenza un éxtasis que nadie puede poseer
esclavos abrazados mientras clama la sapiencia
volúmenes de nada escritos en piedra
***
Un corazón subastado
La imagen de una muchacha con un sombrero alado de encaje. Una sierva milagrosa
o la hermana Mercurio. Su perfil, sus gestos de antaño huidizos expandiéndose ahora
en completo detalle. Él pidió un té que tardaron mucho en servirle, se recostó y pensó
en la casa de su tío, y en salón bañado de fuerte luz. En el jardín una muchacha
con una sombrilla dándose la vuelta. Se sintió un tanto indispuesto y el té
estaba tibio. Se puso las bolsas húmedas en los parpados cerrados y, al apretar
se sumergió en una serie de fotogramas, una pálida orquídea estrujada por una mano
aún más pálida, una muchacha sin alhajas que ofrece su cuello desnudo. Deseo,
un liquido, que le corre por la garganta, el pecho que se desliza por sus rodillas
abiertas. Él se quedo en la evanescente sombra, El llanto de la muchacha
le despertó repugnancia mezclada con amor. Un amor que solo Cupido podría abrazar
en la travesura del sueño y que solo M podría abrasar en la crueldad de despertar.

El Mar de coral - Lumen
traducción de Rosa Pérez Pérez
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